sábado, 27 de marzo de 2010

Rap cubano: Batallas de ideas, gallos y gallinas (Version corregida)

Los raperos El Aldeano y El B, Los Aldeanos, contrarrevolucionarios para unos,vanguardia para otros y grandes artistas para la mayoría de aficionados al género. Stefan Scheuermann | HipHopCuba

Miguel Fernández Martínez, enviado especial de la Agencia Cubana de Noticias al estreno de Revolution, en misión de crítico de Los Aldeanos, más que del documental de Mayckell Pedrero, acierta, tal vez sin siquiera quererlo, cuando afirma que Los Aldeanos "arremeten, desde un irreverente hipercriticismo, contra las estructuras sociales, políticas e institucionales del país, sin dejar fuera de la avalancha, a la sociedad que les rodea y en la que conviven."


Habría que puntualizar que El Aldeano y El B, al igual que muchos otros raperos cubanos, no arremeten solamente contra las estructuras del país, sino del mundo entero, pues como revolucionarios son internacionalistas y denuncian los defectos estructurales donde los detectan, sin excluir a su propio país y pese a que ello pueda ser explotado por determinadas fuerzas contrarrevolucionarias, de las que Los Aldeanos ni forman parte, ni son marionetas. Todo lo contrario, participan de esta forma y a su manera en la más noble de las batallas, que es la de las ideas y lo hacen con el arma más pacífica, que es la poesía, aquel "arma cargada de futuro" del que nos habla Gabriel Celaya en su poema, tan vigente y rapero que lo reproducimos al final de este texto.


Es cierto, las armas del rap cubano son a menudo pesadas, incluso se puede observar una escalada armamentística en las letras que preocupan a algunos. Pero es que no puede ser de otra manera, como incluso reconoce la vetusta Real Academia de la Lengua, cuando define que las letras del rap "son de carácter provocador". Es obvio que el rap deja de ser rap cuando no es provocador y, por consiguiente, el resto de la crítica de Miguel Fernández se podría leer casi como un cumplido: ser irreverente, hipercrítico y no dejar fuera a la sociedad en la que conviven es lo que intentan hacer los mejores raperos a lo largo y ancho del planeta, categoría a la que pertenecen Los Aldeanos.


Otro caso, aunque curiosamente parecido, pese al abismo ideológico que separa a ambos autores, es el de Zoé Valdés, que antes de mudarse de La Habana a París, trabajó como subdirectora de la Revista Cine Cubano de 1990 hasta 1995, pero que al igual que Miguel Fernández habla de la película de Pedrero sin decir una palabra ni de cine, ni de rap. La feroz crítica de la revolución cubana se declara "admiradora de Los Aldeanos" en una nota publicada en su blog, pero a continuación habla de política y se distancia de Los Aldeanos, algo que, por otro lado, es de agradecer.


Afirma Valdés que Los Aldeanos "meten a todo el mundo en un saco, a todos los que nos fuimos -sin conocer por qué nos fuimos, e ignorando lo que hicimos en contra del castrismo dentro de Cuba, y generalizando-, le merma fuerzas a sus declaraciones. Muchos de los que se fueron lo hicieron porque no les dejaron hacer ni la mitad de lo que ellos hacen hoy en día, porque fueron directamente a las cárceles, y porque les cerraron cualquier posibilidad. Y si ellos consiguen hacer lo que hacen hoy, tal vez sea gracias a los que nos fuimos, en buena medida porque a algunos necesitan los castristas dejar que deshagan dentro, para tenerlos como prueba de que aquello no es tan malo como lo pintan."

Cuando Valdés lamenta que Los Aldeanos "meten a todos en un saco", coincide con el crítico de la ACN, que también les censura supuestas generalizaciones y que, al igual que Valdés, peca de la misma visión en blanco y negro que denuncia en Los Aldeanos cuando se refiere a su obra y a sus ideas. Desconoce la autora las muchas canciones de Los Aldeanos que hablan de la hermandad entre cubanos ausentes y presentes y es, en todo caso, ella la que, en primer lugar, mete en el mismo saco, el suyo, a todos los cubanos que viven fuera de su país y, segundo, a todas las canciones de Los Aldeanos, que ella, pese a declararse admiradora, parece no haber escuchado.

Aquello no es tan malo como lo pintan, ni tan pintoresco como lo pintan otros. Y la cosa pinta mal cuando los que más opinan sobre los raperos más pintados de Cuba no pueden verlos ni en pintura y los que tienen pinta de no pintar nada en el hip hop se declaran fans de Los Aldeanos, sin haber hecho jamás una pintada a favor de los ideales de La Aldea en ninguna gris pared del mundo.

Gabriel Celaya (1911-1991)

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,


cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.


Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.


Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.


Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.


Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.


Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.


Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.


Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.


No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.


Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.


Cantos íberos, 1955.

Fuente:
1.- http://hiphopcuba.com/es/noticias/raportajes-de-mi-revolucion-musical/batallas-de-ideas-gallos-y-gallinas.html
2.- http://nodulo.trujaman.org/viewtopic.php?t=642
3.- http://www.artepoetica.net/gabriel.htm
4.- http://www.gabrielcelaya.com/documentos_algunospoemas.php

miércoles, 24 de marzo de 2010

Justicia social - Justicia ecológica

(Tal vez solamente después de una gran catástrofe que afligiera a millones y millones de personas se podría contar con este cambio radical, hasta por instinto de supervivencia).
Justicia social - Justicia ecológica
Es fundamental la conciencia de la interdependencia entre todos y de la unidad entre Tierra y humanidad.
Entre los muchos problemas que azotan a la humanidad, dos son de especial gravedad: la injusticia social y la injusticia ecológica. Ambos deben ser abordados conjuntamente si queremos poner en ruta segura a la humanidad y al planeta Tierra.

La injusticia social es cosa antigua, derivada del modelo económico que, además de saquear la naturaleza, genera más pobreza de la que puede manejar y superar. Implica gran acumulación de bienes y servicios por un lado, a costa de clamorosa pobreza y miseria, por el otro. Los datos hablan por sí mismos: hay mil millones de personas que viven al límite de la supervivencia con sólo un dólar al día, y 2.600 millones de personas (40% de la humanidad) que vive con menos de dos dólares diarios. Las consecuencias son perversas. Basta citar un hecho: existen de 350 a 500 millones de casos de malaria, con un millón de víctimas anuales, evitables.

Esta anti-realidad se ha mantenido invisible durante mucho tiempo para ocultar el fracaso del modelo económico capitalista, hecho para crear riqueza para unos pocos y no bienestar para la humanidad.

La segunda injusticia, la ecológica, está ligada a la primera. La devastación de la naturaleza y el actual calentamiento planetario afectan a todos los países, no respetando los límites nacionales ni los niveles de riqueza o de pobreza. Lógicamente, los ricos tienen más medios para adaptarse y mitigar los efectos dañinos del cambio climático. Ante los eventos extremos, poseen refrigeradores o calentadores, y pueden crear defensas contra las inundaciones que destruyen regiones enteras. Pero los pobres no tienen cómo defenderse. Sufren los daños de un problema que no han creado.

Fred Pierce, autor de El terremoto poblacional, escribió en el New Scientist de noviembre de 2009: «los 500 millones de los más ricos (7% de la población mundial) son responsables del 50% de las emisiones de gases productores de calentamiento, mientras que el 50% de los más pobres (3.400 millones de la población) son responsables de sólo el 7% de las emisiones.

Esta injusticia ecológica difícilmente pueden hacerla invisible como la otra, porque las señales están en todas partes, ni puede ser resuelta sólo por los ricos, pues es mundial y les afecta también a ellos. La solución debe nacer de la colaboración de todos de forma diferenciada: los ricos, por ser más responsables en el pasado y en el presente, deben contribuir mucho más con inversiones y con la transferencia de tecnologías, y los pobres tienen derecho a un desarrollo ecológicamente sostenible, que los saque de la miseria.

Seguramente no podemos descuidar las soluciones, pero ellas solas son insuficientes, pues la solución global remite a una cuestión previa: al paradigma de sociedad que se refleja en la dificultad de cambiar estilos de vida y hábitos de consumo. Precisamos de solidaridad universal, de responsabilidad colectiva y de cuidado de todo lo que vive y existe (no somos los únicos que vivimos en este planeta y usamos la biosfera). Es fundamental la conciencia de la interdependencia entre todos y de la unidad entre Tierra y humanidad.

¿Se puede pedir a las generaciones actuales que se rijan por tales valores si nunca antes han sido vividos globalmente? ¿Cómo operar este cambio que debe ser urgente y rápido?

Tal vez solamente después de una gran catástrofe que afligiera a millones y millones de personas se podría contar con este cambio radical, hasta por instinto de supervivencia. La metáfora que se me ocurre es ésta: si nuestro país fuera invadido y amenazado de destrucción.
(http://www.kaosenlared.net/noticia/justicia-social-justicia-ecologica).

sábado, 20 de marzo de 2010

Terremoto en Talcahuano (versión pescadores)

Los condoros de la Armada en Talcahuano
• Bomberos y pescadores acusan: apretaron cachete
POR CLAUDIO PIZARRO, DESDE TIERRA CHORERA • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES
Poco se ha hablado del histórico puerto de la octava región. Pero por estos días pasa de todo. Los marinos han encontrado minas en la playa, han aparecido personajes insólitos, como aquel que arrastraba un ataúd lleno de comida por las calles. O la historia de un ex marino que todas las noches pasa revista en las fogatas de los cerros y la de un poblador que faenó sus plantas de marihuana y se las regaló a sus amigos. Son historias mínimas. Algunas atroces. Pero lo más terrorífico fue enterarnos que la Armada, según pescadores y bomberos, fue alertada acerca de la posibilidad de un tsunami. Aseguran que arrancaron y no le avisaron a nadie.
“¡¿Qué pasa con la weá, conchetumadre?! ¡Estamos solos aquí y nos vamos a morir! Da alguna información!”, gritó el capitán de la embarcación de madera Denisse Macarena, de apenas 15 metros de largo, a quien en ese momento lo escuchaba por radio desde la Gobernación Marítima de Talcahuano. Recién había sido el terremoto y el pequeño bote navegaba frente a Penco, con 25 mil kilos de carga, en las inmediaciones de la bahía de Concepción. Ramón Araya, contramaestre de la embarcación, recuerda que comenzaron a saltar y vieron “como se apagaban las luces por todos lados”.
-La mar era como si estuviera dura, saltábamos como 30 centímetros sobre el agua, pensábamos que se iba a quebrar el barco, nos afirmábamos de cualquier cosa. Minutos después la ciudad se empezó a iluminar por los incendios -recuerda.
Después del terremoto los pescadores cortaron la red y enfilaron la embarcación rumbo a Talcahuano. Cuando pasaron por el faro flotante Belén, se les paralizó la sangre.
-El faro tiene hacia abajo 22 metros de profundidad y en ese momento tenía apenas tres metros… La mar se estaba recogiendo y ellos (los marinos) seguían con la weá que no había tsunami -cuenta el contramaestre, que logró llegar con vida a su hogar, junto a otros siete compañeros, luego de 10 horas a la deriva esquivando containers.
El panorama en tierra después del terremoto era similar. Quienes se colgaron a la frecuencia 16, conocida como Banda Marina, coinciden en que la Gobernación Marítima contó con los antecedentes necesarios para alertar a la población y no lo hizo. Un ingeniero en transporte marítimo, funcionario del puerto de Talcahuano, acudió luego del terremoto a su oficina, sacó la radio y huyó con su familia a los cerros. Una vez a salvo, sintonizó la frecuencia naval y escuchó toda la información que se transmitía por la banda.
-Los marinos insistieron hasta última hora que no había tsunami y estaban en eso cuando un pesquero que estaba un par de millas más allá de la isla Quiriquina dio un informe sobre el alza de mareas. Los compadres le piden información de cuánto es el alza. Minutos después el mercante les dice que se trata de dos metros y fracción, casi tres. ¿Y viene con ola o sin ola?, preguntan los marinos y ellos responden que es un alza. OK, dicen los marinos -cuenta el funcionario portuario.
El ingeniero siguió escuchando desde los cerros cuando otra embarcación ingresó a la frecuencia. Se trataba de un lanchón menor que comentó a la gobernación que habían encallado cerca del muelle.
-De inmediato me ubiqué en el cerro y vi que la mar se había recogido. En ese momento empezaron a pitear los barcos. Entre el informe del barco que estaba en la Quiriquina y el aviso del lanchón, habrán pasado unos 45 minutos ¡Si tuvieron todo el tiempo del mundo los hueones! -alega.
Después de escuchar el último mensaje, el ingeniero respiró hondo y comentó: “aquí quedó la cagá”. “A partir de ese minuto la capitanía de puerto de Talcahuano cerró sus transmisiones, o sea, apretaron cachete”, concluye.
SIN BAJAS
La información entregada por el ingeniero la corrobora Marco Oyarzo, comandante de Bomberos de Talcahuano. La noche del terremoto, antes del tsunami, el segundo comandante a cargo de la institución, bajó desde los cerros a la gobernación marítima y no encontró a nadie.
-Nuestro funcionario se tuvo que retirar. Frente a eso no podíamos hacer nada. ¿Con quién nos enlazábamos? Eso no es normal porque se supone que si no hay tsunami debió haber habido gente en la gobernación. No había ni siquiera personal de guardia -agrega Oyarzo.
La oficina de Relaciones Públicas de la base Naval de Talcahuano, sin embargo, tiene otra opinión.
-Difícil sería que no encontraran a nadie pero, efectivamente, en la guardia puede que no hubiera nadie porque se evacuó. Pero en el centro de mando había gente -dice allí el capitán Jorge Bastías.
-¿Y que pasó con la banda marina? ¿Tenían equipos electrógenos para seguir funcionando?
-Ehhh, no… O sea habían equipos alternativos, pero había pasado un terremoto hacía media hora y estábamos en proceso de armar todo de vuelta -comenta a The Clinic Bastías.
Cristián Lagos, dirigente del sindicato número 1 de Asmar, no comulga con las explicaciones de la institución.
-En el fondo estos huevones se echaron al pollo. Lo que pasa es que en el año 2006 hubo una falsa alarma de tsunami y la señal salió de acá. Mucha gente arrancó, colapsó la autopista y el condoro le costó el puesto al comandante de la Segunda Zona, por eso nadie se quiere hacer responsable -acusa.
Luego del terremoto, el almirante Roberto Macchiavelo se comunicó, a través de un enlace hecho por Carabineros, con el intendente Jaime Tohá. Le dijo que no había tsunami y el intendente lo repitió en una visita que hizo esa noche a radio Bío Bío donde entregó la información de la Armada.
Pero, como cuentan los bomberos, a esa hora la Armada había evacuado su base.
Sin embargo, lo más trágico de la cadena de errores estaba por desatarse: algunos bomberos que a esa hora escuchaban por radio la información de la Banda Marina, comenzaron a transmitirle a la gente que no había posibilidad de maremoto y que podían volver a sus casas.
Hay funcionarios muy afectados por esta situación -explica el comandante Oyarzo.
Y no es para menos. Muchas personas volvieron a sus hogares. Fueron precisamente aquellos que confiaron ciegamente en las autoridades. En la población Santa Clara, en el sector de Salinas, nueve personas murieron producto del tsunami. En la base naval de Talcahuano, en cambio, no hubo ninguna baja.
LANZAS Y FLECHAS
A la mañana siguiente, Talcahuano estaba prácticamente en el suelo. Luego del maremoto, una intensa niebla cubrió los cerros y el olor a pescado, tan característico del puerto, se propagó por las calles como un vaho siniestro. La gente estaba aterrada. Hasta el cura se marchó en cuanto amaneció.
Algunas personas todavía estaban atrapadas en sus casas y otros, con las puertas de sus departamentos trabadas, tuvieron que pasar el cataclismo allí. Hugo Aguilera, de 22 años, vio todo desde la ventana de su departamento en un segundo piso y completamente solo.
-Estaba tiritando, no sabía qué hacer, pero lo más más cuático fue cuando vi un barco que venía en dirección a mi casa y, a pocos metros, viró para el lado después de chocar con un poste -relata.
Yuri Rossini, otro vecino de la zona cero, estaba en completo estado de shock. En cuanto nos vió merodear por el lugar murmuró con ojos exorbitados: “Jamás, aunque te imagines, vas a sentir lo que sentí yo”.
Fabio Echeverría, un ingeniero forestal cesante, también perdió todo. Su departamento, en un primer piso frente al muelle, en la manzana 74, sufrió los embates de las olas sin contemplación.
-Si no fuera por mi hijo que me decía: “papá, prométeme que vamos a sobrevivir”, yo no habría arrancado y hubiéramos cagado porque no sabíamos nada -recuerda.
Pero lo peor estaba por venir. Después del maremoto empezaron los saqueos. El feeling que provocó el caos en la masa lumpen fue lo primero que afloró. Una multitud se abalanzó sobre los supermercados y las grandes tiendas comerciales de la ciudad.
-El puerto estaba pa la cagá y la gente métale saqueando. Cuando veía la huevá daban ganas de ponerse a llorar -dice Pepe Ávila.
Al igual que en otras ciudades, la turba luego del saqueo trasladó a sus casas todo tipo de enseres y una importante cantidad de electrodomésticos. La principal tienda afectada fue Mundo Hogar, de la familia Ananías.
Pero lo que más descolocó a Ávila fue una escena que vio cerca del muelle. A falta de carros de supermercados, los saqueadores agarraron unos féretros de la funeraria Urrutia, los amarraron con una cuerda y comenzaron a arrastralos por las calles.
-Si los hueones se parecían a Django, el hueón de las películas de vaquero, que arrastraba un ataúd -recuerda.
Alejandra Fuentes, cuenta que vio a un anciano afuera de una tienda preguntando “si había un terno por ahí”.
-Si po, ahí en la calle -le respondió un saqueador, cuenta la mujer.
-¿Dónde? -insistió el viejo.
-Ese que está ahí, ese de ciprés -le volvió a decir el hombre, apuntando con la boca fruncida una urna de madera.
El humor negro es quizá el único recurso de la gente para capear el estrés post-traumático. Las anécdotas en el pueblo son innumerables. Nicolás Felipos, un estudiante universitario de 23 años, recuerda que en los supermercados los flaites daban órdenes de cómo ser más eficientes a la hora de la rapiña.
-Había uno que gritaba: “ya, vamos poniendo orden, por acá saliendo, por allá entrando, si todos queremos robar” -rememora el joven.
No son pocos los que advierten la ironía de la frase:
-Si estos huevones estaban más organizados que los políticos -agrega Marcos Díaz, un ingeniero civil que vio los desmanes.
La llegada de los militares fue tomada como una bendición. Muchos en el pueblo hacen el paralelo con el terremoto de 1906 de Valparaíso e invocan la imagen del Almirante Gómez Carreño. Hay quienes, derechamente, quieren ver sangre derramada.
-El almirante fusiló a todos los ladrones, pero para eso hay que tener pantalones. Hay que agarrarlos, comprobar si han robado y bala con los hueones -dice Manuel Correa en la plaza del pueblo.
Cuando comenzaron las detenciones, la gente aplaudía a los militares en las calles. Es por eso que, cuando alguno pedía algún favor, todos corrían para atenderlos. Hace unos días atrás, cuenta Nicolás Felipos, escuchó que un militar le pedía agua a una señora en un cerro.
-¿Con gas o sin gas? -le contestó la mujer sin reparar en el detalle acusador.
La tensión ha hecho aflorar una caterva de extraños personajes. La mayoría estaba esperando un episodio como éste para emerger de las sombras. Víctor Rozas, un ex suboficial de la Armada, es uno de ellos. Es frecuente verlo por el cerro David Fuentes dando instrucciones a los jóvenes que están en las fogatas. Días más tarde, fue invitado a la Teletón a contar su experiencia.
-La otra noche pasó y le enseñó a los cabros cómo reventar los tobillos a los flaites y después les decía: “si se les pasa la mano, lo tiran a una casa derrumbada, después yo hablo con los milicos y les digo que se cayó. Y si vienen a preguntar: ¡todos con la misma historia, me oyeron!”- cuenta Nicolás Felipos.
Cada uno en Talcahuano vive la catástrofe a su manera. También el “Loco Pancho”, del pasaje Urrutia, que por estos días se pasea con escopeta defendiendo su barrio. “Después de los saqueos quería puro pitearme un flaite, si me creía comando”, comenta. Aparte de defender su sector el Loco, acorde a los tiempos de escasez, faenó sus matas de marihuana y las repartió con sus amigos. “Ahora me dicen comandante Pancho”, cuenta con algo de orgullo.
La defensa de los barrios ha hecho proliferar una infinita variedad de constructores de armas. Hay quienes se han creado lanzas con puntas de rejas, han amarrado cuchillos con palos y no ha faltado quien ha salido con arco y flecha a las calles como César Santa Cruz, un comerciante del sector de Higueras.
-El arco me lo regaló mi hermano y como no tenía nada con qué defenderme, salí con la huevá a las fogatas -recuerda.
El loco Pancho remata: “Si está huevá parecía Corazón Valiente”.
MINAS EN LA PLAYA
Después de tanto instinto primitivo a la deriva, con el correr de los días, la adrenalina tendió a apaciguarse. Pero los problemas para Talcahuano, todavía sin agua y luz en gran parte de la ciudad, no escasean. Menos para los marinos que el martes de la semana pasada fueron alertados que un extraño objeto había encallado en una playa ubicada frente al colegio A-21. Para sorpresa de los uniformados se trataba de una mina. El artefacto habría sido arrastrado después del tsunami desde las bodegas de armamentos de la Armada ubicadas a más de un kilómetro de distancia.
-De inmediato comenzó un operativo de evacuación y llegaron efectivos del GOPE para enfrentar cualquier tipo de eventualidad -comentó una alta fuente de bomberos.
Pero no se trataba de un sólo artefacto. Después de revisar la playa los uniformados descubrieron otra mina a orillas del mar y, según fuentes de la institución, otras tantas flotando en el mar.
-Se trata sólo de pedazos de fierro que, en rigor, no pueden explotar -aseguran en la oficina de RR.PP. de la Armada. (*)
Pese a que se trataba sólo de “unos cuantos pedazos de fierro”, la institución elaboró un comunicado alertando a la población.
-Estamos hablando de municiones, cualquier tipo de elementos que sea manipulado por gente que no sabe puede tener alguna consecuencia, ojalá que no pase nada. Por eso pedimos que no abran los contenedores porque no se sabe lo que hay adentro -señala la Armada.
Los rumores, desde entonces, han crecido tanto como las mareas.
-Me informaron que encontraron un cargamento que traía bombas y armamentos, no sé si es efectivo, yo no lo vi pero para nosotros es preocupante. Ahora, ¿de dónde salió esa bomba? No sé- comenta un vecino anónimo.
La preocupación no es infundada, pues la sección de armamentos de la Armada, ubicada justo al extremo de una península y compuesta por alrededor de ocho galpones, fue arrasada por el mar.
En la Armada dicen que todavía es muy difícil cuantificar las pérdidas.
-Hemos encontrado casi todo, pero no te puedo decir qué ni cuánto. En todo caso no era nada muy grande. No podemos dar cifras -aseguran en la institución.
Pero el peligro para los choreros, nombre con que se llaman coloquialmente los habitantes de Talcahuano, está lejos de terminar. Hace dos días hubo una emergencia química en isla Rocuant, producto de un derrame de amoníaco. Un destacamento de la marina, provisto con máscaras de gas, evacuó la zona.
Bomberos de Talcahuano, en tanto, se mantiene alerta por la alta concentración de pescados que todavía permanece en algunas embarcaciones en calle Blanco.
-Hemos tenido información que están emanando gases, específicamente ácido sulfídrico, que mata en el acto a la gente que lo inhala y puede entrar vía aérea y cutánea. Se van a hacer las mediciones pertinentes para el retiro de esos barcos -asegura el comandante Marco Oyarce.
La escasez de agua en el puerto ha llevado a la gente a consumir líquido de las vertientes. De ahí que las intoxicaciones, gastronteritis, vómitos y diarreas sean las patologías más tratadas en el hospital de Higueras.
-Lo peor de todo es que no han llegado medicamentos -dice la doctora Alejandra Espinoza que atiende a la gente a un costado de la plaza del pueblo.
De no mediar la ayuda del gobierno, el asunto puede empeorar. La gente, aburrida de tanta espera, tiene un dicho para explicar el retraso: “Dios está en todas partes pero atiende en Santiago”.
____
* Casi una semana después de publicado este reportaje en la edición de papel de The Clinic, la Armada alertó a la población por la prensa de la presencia de material peligroso en la Bahía de Concepción, pero no reconociendo la presencia de minas, sino de bengalas.

lunes, 8 de marzo de 2010

Notas temblorosas sobre la precariedad bicentenaria

Por Rodolfo Lama Tauler

Rugió, la madre siempre bienhechora rugió y fuerte. Como si a cada uno nos hubiesen obligado a parir de madrugada un volcán desde los intestinos.
Es impensable como se destruye lo construido con sudor de cuero, como la espalda, que carga cada ladrillo, se desintegra en llanto y martirio.
En Iloca, costa maulina no queda nada, como diría Heidegger: precisamente allí “la nada nadea” y eso, sin caer en siutiquerías desatinadas. La costa se ahogo así misma y no pudo aguantar la respiración. Esa caleta pequeña en la que los televisores nunca se habían fijado, son hoy paladar noticioso. El balneario que nunca logró ser del gusto del que sigue la moda, es hoy, su tema de conversación con un whiskey en la mano. ¿Donde está Cobquecura, Trehualemu, Dichato o aquella playa de nombre hoy contradictorio: Constitución? ¿Dónde quedo el Parral de la Violeta, Talca nublado o Linares morrón? ¿Quién fue el último en el húmedo Concepción?
Cuesta no preguntarse de que sirve la barbarie tecnológica y logística si una niña en Juan Fernández se anticipa a todos y salva a su pueblo. Las cosas obscuras suelen desvelar con claridad lo que la noche esconde. Es que repentinamente vemos que nos falta mirarnos desde adentro y entender que el desorden y los saqueos no se producen únicamente en “pueblos atrasados allá lejos por Centroamérica”. Aquí la Pacha golpeó y a ratos, olió a un indiscutible Knock-out. Mostró que una sociedad que ha sido educada en la represión y la incultura consumista, despierta a su ser enfermo en el momento menos oportuno. Quien vuelve loco a un hombre y luego se queja por su peligrosidad es, sin duda, un abyecto. Somos participes del descontrol de nuestro pueblo. Si las revistas comerciales y los catálogos de productos importados te acostumbran hasta el aletargo, si hasta en el baño hay folletos de ese tipo, que esperamos de la psicosis producida tras un hermoso plasma o un tentador LCD.
El Status, parecen decirnos (los restantes 364 días), “depende de lo que usted tenga en su living” y si esa es la premisa, sólo queda imaginarse la conclusión.
La persecución por la imagen es la otra batalla inefable. Una lucha que por ser de contenido ideológico se nos esconde, pero que igualmente, sabemos descansa cerca. La imagen, la mejor imagen es la panacea; motiva a quien la capta, a quien la transmite y a quien le es transmitida. Es sinónimo de triunfo, de gloria, de halagos y ganancias; pero también de crueldad, indignidad y desamparo.
El valor de la imagen se vuelve el valor de la realidad. Es una realidad inmanente tan espesa que resulta fácil imaginar que de ser ciegos no sentiríamos dolor alguno frente a estas situaciones.
Calle libertad con 18 de septiembre, cuadras que abrazan temblorosas la plaza de armas de un adolorido Chillán. Hay aquí una imagen que por primera vez en muchos años no se repite; en el centro perfecto de la ciudad, el “libertador” de la “patria” posa sin cabeza en medio de eternas deposiciones de palomas pueblerinas. Está literalmente descabezado; su testa (de unos 50 kilos de bronce) cayó aquel día, tal como por tantas tardes cayeron frente a su hoy desorbitada mirada cada gota u hoja pasajera. Es que ese día, el 27 de febrero del nuevo 2010, perdió sus pensamientos la ultima estatua falazmente idolatrada; 200 años después de una ilusoria independencia, se cae la cabeza de su supuesto cabecilla.
Me aventuro en creer acertado que la estatua en cuestión, aquella en particular, debiese quedar así para siempre. Quizás debiese ser conocida como el O’Higgins del terremoto y convertirse así en el símbolo provinciano de lo que se debe olvidar justamente al recordar nuestra fragilidad. Una flaqueza que mediante síntesis se transforma en potencial fortaleza. Es que este “documento de barbarie”, haciendo una relación tosca con lo planteado por Benjamin en sus celebres «Tesis» de 1940 (sobre el concepto de historia), debe permanecer como tal, como un registro de lo acontecido, de ese momento exacto que dura lo exacto, justo antes de apagarse o difuminarse en la aceleración permanente.
Somos uno de los pocos países de este rincón del mundo que no posee un carnaval saludablemente dionisiaco en honor a la mapu que pisamos, y se puede desprender que es de este acallamiento sempiterno de nuestro amor por la tierra desde donde surgió la fuerza que nos condeno este último sábado de febrero. El nüyün mapuche se hizo carne. Por eso la reciprocidad de la conducta con y sobre la tierra debe ser siempre tema digno de debate.
Me detengo; suspiro y tiemblo. Mi agitación vuelve a ser como en aquellos eternos 3 minutos. Así, tal como aquel día, sólo que esta vez me corresponde respirar en una patria desbastada, donde un siempre esquivo compañerismo sincero y consiente parece flotar cual segunda pupila en los ojos.
No seré el primero en creer que se debe aprender de todo esto, sacar lecciones y no hacer oídos sordos. Espero que tampoco en preguntarme cuanto logra humanizar la pena en una sociedad que se torna deshumana por excelencia.

Comentario de Sonia Estrada Parodi:

Me sumergí en la agradable lectura de una reflexión necesaria después de la coctelera frenética del viernes 27 de febrero. Ese día, y en mis brazos estrechando a mi nieto de un año y cinco meses, me dije que no valdría la pena haber sobrevivido si no se produce un cambio en mi interior. Necesariamente tiene que haber un antes y un después en el corazón de los hombres de buena voluntad a partir de la pesadilla en la que está sumida una parte importantísima del país. Aquí son destempladas las reacciones odiosas, son asquerosas las actitudes de los delincuentes que salieron a la calle a saquear lo que encontraran, son absolutamente impresentables las críticas, las preguntas insidiosas, las respuestas frágiles. Siento que esto que sucedió fue un manotazo que nos sacudió la liviandad, el exitismo, la mala leche, la mediocridad exasperante, ese constante aguijoneo sobre quienes no piensan igual que nosotros, esa arrogancia de algunos, la excesiva humildad de otros, la odiosidad de las declaraciones de una alcaldesa famosa por su confrontacionalidad grosera para después declararse ajena a las “pequeñeces”, ese afàn estéril de empaparnos de farándula por si nos llega la suerte de ganar millones en un reality que exhibe la infinitesimal pequeñez de la condición humana, la actitud enfermiza de esperar que todo venga del alto cielo sin ofrecernos para ser parte de la solución. Antes de este evento espantoso yo no tenía ninguna expectativa delirante respecto del futuro de este país olvidadizo. Creo que debo reformular mi confianza. De lo contrario estoy perdida en los caminos del terror, divagando entre las alucinaciones de una noche de pesadilla que cambió la vida de miles, extenuada por las emociones infinitas, empequeñecida en los sustos de las réplicas, reducida a cero en el espasmo de la tierra encabritada.

viernes, 5 de marzo de 2010

Nuestros bárbaros

por José Luis Ugarte Thursday, Mar. 04, 2010 at 4:32 PM
Vergüenza –me imagino- debieron sentir tanto funcionario, ministro de Hacienda, empresario y en fin, tanto hechizado con el modelo económico chileno cuando el terremoto dejaba a la vista sus pies de barro: saqueos por doquier, violencia desatada y sujetos ayer considerados respetables consumidores en cuotas que se convertían en cuestión de horas en bárbaros que no respetaban nada.


Compartir en Facebook 737 Qué habrán dicho de nosotros –hasta el viernes en la madrugada el país ejemplar del capitalismo latinoamericano- tanto hechizado con nuestra propaganda y la de los organismos internacionales –FMI, OCDE, etc.- cuando constaban la cruel realidad: chilenos que parecían sacados más bien de un país africano que de un país que se suponía estaba en el umbral del desarrollo.

En sociedades altamente desiguales, en cambio, la cohesión y la lealtad social escasean y son sustituidas por la fuerza y el miedo –la mano dura como gusta decir a tanto chileno.El discurso ramplón se encenderá en el lugar común: se trata de delincuentes y pillines que se aprovecharon de la ocasión.

Pero ya no estamos para tamaña simplicidad.

Qué duda cabe, se trata de delitos. Pero eso es tan obvio. No explica por qué nuestros pobres se transformaron tan rápido en nuestros bárbaros.

La pregunta que deberíamos hacernos no es la evidente, de si son legalmente reprobables estos actos –que lo son- sino una mucho más difícil: ¿por qué en Chile apenas el orden se retira –cuando el brazo armado de la ley deja de atemorizar- los sectores más pobres se sienten con el legitimo derecho de saquear y tomar aquello que de otro modo –los legales- no alcanzan?

¿Por qué tan poca lealtad con la sociedad?

¿Alguien se imagina pillaje y caos social en países como Suecia o Alemania después de un terremoto como el que vivimos? ¿Ciudadanos convertidos en saqueadores llenos de rencor, rabia y violencia?

Es difícil imaginarlo, para ser honestos. En sociedades tan integradas como esas, que han hecho su mejor esfuerzo por incluir y distribuir hacia todos, existen altos grados de lealtad hacia el resto. En sociedades altamente desiguales, en cambio, la cohesión y la lealtad social escasean y son sustituidas por la fuerza y el miedo –la mano dura como gusta decir a tanto chileno-.

La sensación de injusticia y de exclusión altamente extendida entre los pobres –que tantas veces se ha diagnosticado como “escandalosa desigualdad”- hace que nuestra sociedad esté pegada con el mismo pegamento que esos edificios nuevos que hoy se derrumban.

Es que pedir a tanto chileno que recibe el sueldo el mínimo, que no tiene mayores derechos laborales ni quienes lo representen –en Chile los sindicatos no existen-; que no tienen ni salud ni educación pública de calidad, que de súbito muestre lealtad y compromiso –y no sólo miedo a la cárcel- con un modelo que los excluye –respetando el sagrado derecho de propiedad- es simplemente una ingenuidad que el terremoto ha hecho caer como la cúpula de la Divina Providencia.

En ese sentido, no es difícil entender por qué los ganadores en nuestro modelo –unos pocos- exhiben y exigen alta lealtad a las reglas –incluidas las que protegen de mejor manera sus triunfos, como es la propiedad. Lo difícil es pretender que los perdedores de siempre –nuestros eternos pobres- tengan lealtad hacia reglas que no sólo no han diseñado sino que mirada nuestra historia, han estado marcadas desde siempre a favor de los mismos.

El terremoto –quién lo iba a decir- ha desnudado al capitalismo chileno mostrando vergonzosamente sus pies de barro. Ni nuestra mejor propaganda ni la de los organismos financieros puede esconder que a la hora de repartir entre todos nuestros beneficios, nos parecemos más a los países africanos que a los del primer mundo con los que nos gustaría compararnos.

Podemos –como lo hemos hecho por 200 años- cerrar los ojos y rasgar vestiduras diciendo que lo que falta es virtud y que la solución es la clásica mano dura.

Pero nadie podrá esconder la nueva víctima desnuda: el modelo chileno –ese que hace inflar el pecho de orgullo a nuestra pequeña elite empresarial y política- está pegado con barro. Sólo el garrote lo mantiene en buena parte de nuestra sociedad.

Y nuestros bárbaros seguirán ahí esperando otra ocasión para que la ley se retire y ellos vuelvan a hacer justicia por propia mano – con rabia y rencor- para con un sistema al que poco le han importado durante mucho tiempo.

Demasiado quizás.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Féretro 27, Versículo 3.34, Terremoto a la Chilena.

Féretro 27, Versículo 3.34, Terremoto a la Chilena.
Prensa Sur/ Andrés Bianque

Jueves 4 de marzo de 2010
Tranquila arropa la noche un pasillo largo llamado Chile, y un sábado a medio desvestir, se crispa hacia el sur cuando los discos australes, se frotan como baldosas de llanuras sumergidas y placa contra placa, se retuerce en un espasmo letal, ó lo que algunos llaman, el útero primario enterrado en contracción de cataclismo de sismos que mueven los cimientos, no necesariamente de los edificios, sino de las estructuras personales y sociales de una nación de seres humanos que sólo atinan a empuñar con manos tensas el umbral de las casas, puertas y plazas que son bastión de misericordia en estas horas de convulsiones internas y externas que mueven todo y en ese preciso maravilloso aterrador momento, nos damos cuenta de lo insignificante que somos.
¿Tiene que venir un empujón de longevas cortezas cerámicas a revalorar lo que un segundo es, lo que un minuto ó dos, realmente valen?
Y no se va, y no pasa y no se detiene y sigue y sigue y, son interminables los segundos que se estiran en ondulaciones que perturban dramáticamente el tranquilo lago interno, transformándolo todo en torrente enloquecido de sangre que pulsa las sienes y no se detiene.
Horriblemente hermosos segundos que nos hacen entender lo insignificante que somos, lo desamparados, lo desprotegidos y mientras se caen las cosas, suena estrepitosamente callada la armadura de petulancia y arrogancia y entendemos que no somos inmortales, y se seca la boca al no poder decir que uno también ama y pide una segunda oportunidad, una tercera, de poder aunque sea despedirse de los suyos, de la vida y, sin embargo, después de esta interrupción momentánea de las imágenes cotidianas, luego, demasiado luego, de entre los escombros, los más, se calzan sus escudos, su arnés de casa mes, describiendo los hechos acaecidos como meros datos anecdóticos que saldrán en más de alguna reunión pública, sin el aderezo escondido del arrepentimiento.
¿Tiene que venir un terremoto inmenso para que nos remezca los cimientos internos?
Cual versículo de verso devastador, 3:34 se rompe la monotonía.
Silencio, silencio barnizado de sombras y se oye a lo lejos como viene galopando un aullido ronco, áspero sonido indescriptible, indescifrable como una ola rebelde que huye de las entrañas del mar y se mete por entre las fisuras, que adivina, vendrán. Después viene lo inevitable. Temblores y todos los temores emergen a la superficie.
Es claro, el Epicentro se ubica en el pecho.
Viene un dolor de estómago que ulcera el semblante, los gritos, los gemidos, el llanterío, los padres nuestros, las aves maría y de nada sirven los rezos ante el ademán terrible de la tierra que reclama sus dominios perdidos o deformados de tanta pala, ó de tanta máquina que le escarba por dentro.
Cuando la oscilación queda calma, se cuentan los críos, se preguntan y enumeran los miembros, de los cuales, algunos han quedado fatalmente enterrados bajo el adobe que también muere con ellos, galvanizados en barro como estatuas hundidas de porcelana ósea y carne rasgada ataviando una herencia de letargo infinito, en el lodo que ahora adorna las copas de los árboles.
Es tal la magnitud del terremoto, que una onda nueva ulula y murmura en las calles. No hay electricidad, no funcionan los teléfonos, menos la televisión, el agua escasea. Es en eso que los vecinos, los lindantes, los contiguos se hermanan y acampando en lugares que jamás contemplaron seriamente, vuelven, -si cierta mesura me lo permite-, a convivir en tribus urbanas originarias. Una fogata domada para tales efectos y afectos entibia a los niños, a los más viejos, mientras los hombres se auto imponen de rondines contra las desgracias, aparecen las barajas y juegan a las cartas, oyen atentos una humilde radio a baterías, escuchando, (a la antigua) pegadas las orejas a la voz del locutor que comenta los sucesos. Intentando no prestarle demasiada atención a las réplicas que repican campanas subterráneas de desgracias en ciernes.
Hace falta una desgracia sin precedentes para que se hablen los que estaban enojados, para que se miren a los ojos los que siempre pasaron con el mentón en alto.
Estado de Indignación
El toque de queda será siempre un toque contra la dignidad, tendrá siempre un sabor a tufillo de fantasmas que en vida también arrastraban cadenas. Esto a razón de desmanes, saqueos y desvalijamientos varios.
En relación a esto, me parece claramente observar una malformación ideológica, por parte de una gran mayoría de individuos de izquierda, lo cual los impulsa a justificar a brazo partido a la rapiña, que de la noche a la mañana asaltó todo a su paso. La idealización de las clases marginadas, el endiosamiento de la clase obrera a ultranza. ¿No hay sinvergüenzas y aprovechadores entre los desposeídos? ¿No existen los oportunistas de desgracias, los vividores, los parásitos de la sociedad toda, la que sea?
Corolario de un terremoto moral, de una mano telúrica que desnuda el rostro oculto de muchos.
¿Por qué esa masa no ha sido capaz de levantarse y actuar con tanta decisión en contra de las alzas, de los salarios mediocres y contra tanta injusticia?
El lumpen y la delincuencia, ha actuado muchísimo más rápido que los discursos de estado o los deseos de las gentes de izquierda.
Convengamos que el sistema individualista, que impera como imperio sobre las cabezas, será el responsable que hordas de gentes que buscan para beneficio propio y sólo propio, y no colectivo, es el responsable de tanto desorden.
Pero, ¿No le parece demasiado fácil, culpar sólo al sistema y nada más que el sistema? ¿No existen responsabilidades individuales, personales? No había pasado ni siquiera un día de la tragedia, ¿y el hambre, horrible y atroz maceraba ya los rostros infantiles?, ¿era imposible esperar un poco más? y fue en eso, que cansado de “tantas horas” (¿?) Sin un bocado, saltaron como fieras muchos a intentar alimentar a su prole con una pantalla plana que bien plasma la mentalidad de algunos, no hay comida ni electricidad, pero los hornos microondas, los refrigeradores se ven tan livianos cuando trotan callados por algún pasaje. El robo de licor, de alcohol al por mayor, es para capear el frío que vendrá, es para venderlo y comprar comida obviamente.
Hubo gente realmente buscando que comer, eso es claro. Pero eso no justifica cualquier comportamiento.
Hipotéticamente hablando, ¿Si este terremoto hubiese ocurrido en un país Socialista? Los mismos que demonizan a los militares o carabineros, ¿Tendrían el mismo discurso? Tengo la leve sensación de que no, algunos son más papistas que el papa, de ejemplo, menciono una taza de leche, un cuento de hadas, donde todo era bueno y no existía nada malo, la ex URSS.
¿Cuántas bibliotecas asaltadas, cuántas librerías saqueadas? Los libros también se pueden vender y son bastante caros en Chile. (Ninguna).
Bandas desvalijando casas, robando a patadas los muebles de algunos afectados, tiroteándose los vecinos, empeñados y empuñados en defender sus pocas pilchas.
Si fuesen aquellas turbas movimientos organizados en pos del bienestar común, social, colectivo, quizás eso sería otra cosa, pero no lo es, prueba de ello, es la patética, minúscula y casi inexistente izquierda que habita el país, la cual tiene cero ingerencia en las grandes masas.
Ganó un representante de la derecha, para los que no están enterados, en segundo lugar quedó uno de la centro derecha.
Quedó claro, el exitoso capitalista Jaguar de Latinoamérica es un pobre gato de chalet mojado, un país bananero, tercermundista y su sálvense quien pueda. De la madrugada al alba, se instaló el planeta de los simios con cacos y macacos como líderes.
Fue doloroso y vergonzoso vernos a nosotros mismos sin las habituales máscaras.
Mar Adentro
Hasta este aciago día, creí prudencia y sapiencia popular el contemplar y preveer que ante cualquier terremoto cerca del mar, lo primero que se debería hacer es dejar las pertenencias y observarlas desde una muy alta panorámica. Lamentablemente, sean cuales sean los motivos, pereció gente indefensa ante el abrazo líquido mortal de la madre naturaleza.
Intentando minimizar la situación, desperdigando calma en los discursos, el gobierno y la Armada chilena cometieron un malentendido que costó la vida de mucha gente. Lamentable, pero un error doloso, una torpeza grave que será motivo de sanciones cuando llegue el tiempo y la calma. Creer que algunos sabían de esto y adrede y con desidia callaron, buscando ¿Qué esos compatriotas murieran? Para bastante exagerado.
Una ayudita por favor
Respecto a la ayuda, deberían evitarse tanta bolsita modesta y tierna. ¿Qué tal un aumento salarial? ¿Educación gratuita sin distinción? ¿La salud y los medicamentos bienes colectivos? ¿Luz, agua y gas en manos del estado y no con saqueadores de cuello y corbata? ¿Nacionalización de la banca y la minería? Instalar los arreglos y disposiciones necesarias para la correcta comunicación a lo largo del país.
Viviendas para todos los allegados, a los sin casa, condonación de las deudas, en honor a todos los que murieron hacinados, anegados, amontonados entre montón de piernas y brazos que manoteaban en contra de la muerte en medio de la oscuridad.
Indemnización por parte de la telefonía celular por demostrar lo inútil de su servicio.
Arrancar de cuajo los peajes en las carreteras y enjuiciar a los sinvergüenzas que se dicen constructores, arquitectos, ingenieros y responsables del estado que estafaron al país, etcéteras.
Este terremoto, le ha venido como anillo al cepo a los gobernantes, el violín lacerante será telón de fondo en cada discurso por un par de años. “La reconstrucción del país necesita de mucho esfuerzo, voluntad y sacrificio” (de los pobres por supuesto). Las empresas constructoras y otras, observan los noticiarios y se creen en el paraíso.
La tierra se arremolina, revuelve y mezcla de adentro hacia afuera, de afuera hacia adentro, devolviendo quizás los antiguos desaparecidos, permutándoles fríamente por carne fresca de compatriotas que adornan los pinos, los fondos marinos y las quebradas, a los cuales, desde ya se les extraña, buenos, malos, los mejores, se les extraña.